martes, 25 de septiembre de 2012

La unidad de la humanidad

La doctrina de la unidad de la humanidad sostiene que tanto los seres humanos masculinos como los femeninos de todas las razas tuvieron su origen en Adán y Eva (Génesis 1:27-28; 2:7, 22; 3:20; 9:19; Hechos 17:26). Está claro, a partir de Génesis 1:27, que tanto hombres como mujeres son imagen de Dios: "Varón y hembra los creó" (véase también Génesis 5:1-2). La idea es que todos los seres humanos de ambos sexos, de todas las razas, clases económicas y edades, llevan igualmente la imagen de Dios y, por lo tanto, son todos igualmente valiosos ante los ojos de Dios.

Puesto que la Biblia presenta ambos sexos de la raza humana como hechos a imagen de Dios, no tiene sentido que los hombres consideren a las mujeres como inferiores en algún sentido, o como miembros de segunda clase de la raza humana. La palabra "ayuda" Génesis 2:18) se utiliza con frecuencia para referirse a Dios (Éxodo 18:4), y no es indicación de que se trate de una categoría inferior. Igualmente, cuando el Nuevo Testamento coloca a las esposas en un papel de subordinación funcional con respecto a los maridos (Efesios 5:24; Colosenses 3:18; Tito 2:5; 1 Pedro 3:1), no hay por qué llegar a la conclusión de que las mujeres son inferiores a los hombres, o incluso de que, en general, las mujeres deban estar subordinadas a los hombres en cuanto a funciones (el esquema del Nuevo Testamento es que la esposa está subordinada a su propio esposo).

El verbo "someterse" (gr. hypotásso), usado en los cuatro pasajes anteriores que hablan de sumisión, es el verbo utilizado también en 1 Corintios 15:28, donde Pablo afirma que el Hijo "se sujetará" al Padre. No obstante, generalmente todos los creyentes entienden que se habla aquí de una sujeción administrativa; el Hijo no es inferior al Padre de ninguna manera. Podemos afirmar lo mismo con respecto a los pasajes sobre la esposa y el esposo. Aunque Dios haya dispuesto diferentes papeles funcionales para los diversos miembros de una familia, los miembros de la familia que desempeñaran papeles subordinados no tienen un valor personal inferior al de su líder administrativo. De hecho, el apóstol Pablo enseña que en Cristo no hay varón ni mujer (Gálatas 3:28). Todas las bendiciones, promesas y provisiones del reino de Dios están igualmente disponibles para todos.

Además de esto, no es posible sostener el racismo a la luz del origen de la raza humana en Adán y Eva. En lugar de centrarse en esto, la Biblia se centra en otras distinciones. Por ejemplo, los escritores del Antiguo Testamento utilizan "simiente", "descendencia" (tzera); "familia" "clan", "pariente" (mishpajá); "tribu" (matté, shavet) para hablar de divisiones generales a partir del linaje biológico; y "lengua" (lashón) para las divisiones a partir del idioma. Siguiendo un esquema similar, los escritores del Nuevo Testamento hacen referencia a "descendiente", "familia", "nacionalidad" (guénos); "nación" (éznos) y "tribu" (fylé).

Sencillamente, los escritores bíblicos no tenían preocupación alguna por la raza como distinción entre los seres humanos basada en el color y la textura del pelo, el color de la piel y de los ojos, las proporciones corporales y cosas similares. M. K. Mayers llega a esta conclusión: "La Biblia no hace referencia al término 'raza', no hay un concepto de raza desarrollado en ella." Por tanto, se deben rechazar los mitos raciales de que la maldición de Caín fue la que trajo a la raza negra al mundo, o de que la maldición de Caín fue la piel oscura. En lugar de esto, Génesis 3:20 se limita a declarar: "Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes."

En el Nuevo Testamento, el evangelio de Cristo invalidó todas las distinciones entre seres humanos, que durante el primer siglo eran muy importantes. Entre ellas estaban las divisiones que existían entre judíos y samaritanos (Lucas 10:30-35); entre judíos y gentiles (Hechos 10:34-35; Romanes 10:12); entre judíos e incircuncisos, bárbaros y escitas (Colosenses 3:11); entre hombres y mujeres (Gálatas 3:28) y entre esclavos y libres (Gálatas 3:28; Colosenses 3:11). En Hechos 17:26, Pablo dice: "Y [Dios] de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra." En el versículo siguiente señala el propósito de Dios al realizar este acto creador: "Para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle" (17:27). A la luz de pasajes como éstos, sería inútil tratar de sostener un punto de vista racista a partir de un supuesto apoyo bíblico.

Por ultimo, no puede haber categorías de valor entre los humanos a base de la posición económica o la edad. El propósito de Dios con respecto a los humanos es que lo conozcamos, amemos y sirvamos. Él nos hizo "capaces de conocerle y responderle. Ésta es la característica distintiva fundamental... que comparte toda la humanidad". Por consiguiente, se debe rechazar toda distribución o clasificación del valor intrínseco de cualquier grupo de seres humanos, por ser artificial y ajeno a las Escrituras.

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